EL ROL DEL ACOMPAÑANTE

“Soy Timón, no ancla”

Tú eliges el destino y yo te acompaño desde el respeto, sin invadir ni apropiarme de procesos. Esta es una de mis funciones dentro y fuera de Espacio Meraki. 

            Los conceptos de autocuidado, límites, resolución de conflictos… para mí son temazos no solo por lo que sucede en las escuelas, colegios o con personas que se relacionan con la infancia, sino porque invitan a la autorreflexión para poder ajustarnos sin sobre cualificarnos ni hacernos pequeñitos. Tomar conciencia de uno mismo desde algo tan básico como es la hidratación, la nutrición, el tiempo de descanso, etc.

            Nuestro cuerpo nos da llamadas de atención. Cuidar el interior y el exterior. Cómo es nuestra postura también condiciona nuestras relaciones y cómo nos sintamos se hace evidente en nuestra postura.

            Para mí, ser acompañante implica un constante cuestionamiento (en el buen sentido). Es un proceso de crecimiento constante en el que cuestiones relacionadas con la experiencia y la vivencia respecto a cómo nos relacionamos, cómo somos, qué resuena en nosotros, desde dónde, etc. Ayudan a la hora de adaptarse a las necesidades de lxs otrxs, sin perder de vista el límite de unx mismx.

            La comunicación no violenta destaca la importancia de comprender al otro sin perdernos. Es decir, aceptar a la persona, no su comportamiento. Para mí es fundamental en el rol del acompañante pues tan importante es aceptar al/lxs otrx/s como establecer unos límites saludables que nos permitan sentirnos cómodos con nosotros mismos.

            Forma parte del autocuidado ver cuál es nuestra necesidad y abordar desde ahí lo que le puede pasar al otro. Abrirse para emprender la acción que nos pueda ayudar. Complejo pues implica conectar con las necesidades y sentimientos más profundos de unx mismx, sin enjuiciarse ni culpar o buscar fuera la razón o la solución de lo que nos ocurre.

            Autocuidado también es cuidarse física y emocionalmente. Pararse. Escucharse. Igual que a las criaturas o a las familias les decimos: “estoy aquí para ti. Te acepto”, deberíamos hacerlo con nosotrxs mismxs. Parece sencillo, pero qué complejo es llevarlo a cabo.

            Cuanto más me conozco y más disponible estoy para mí, cuanto más me acepto y perdono, más capacitada me siento para estar con otrxs. Es un proceso en constante adaptación. 

            ¿Cómo ajustarse sin invadir? Es decir, ¿cómo acompañar sin resolver? Ese aspecto me parece fundamental cuando hablamos de crianza y acompañamiento respetuoso.

            Siento que las familias que dejan en nuestras manos (“expertos” en educación) sus mayores tesoros y esa confianza genera situaciones en las que se buscan soluciones que en nada ayudan a los procesos particulares de lxs niñxs o las familias. En ocasiones buscan ayuda para solucionar situaciones que en casa y en la escuela acontecen de forma diferente.

            Está claro que si hay una reflexión y una búsqueda de aprendizaje e información podremos tener una idea acerca de lo que más se ajusta a las necesidades de los niños, qué es respetuoso para la infancia, etc. Y el acompañante suele tener más información y experiencia al respecto, pero no puede ser la referencia. Podemos expresar desde nuestra opinión, pero no aleccionar. Creo que eso es algo complejo dentro del rol de acompañante pues supone establecer unos límites claros creyendo ser de ayuda. Como acompañante creo que el papel es sostener, no dirigir.  Es aplicable tanto a las familias como en la relación con los niños.

            Por eso digo: “soy Timón, no ancla”. Porque tú marcas el destino y yo te acompaño en el camino.

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