“NO PASA NADA”

            Esta frase tan “inocente” provoca en mí sentimientos muy profundos. ¿Cuántas veces habéis escuchado que una persona adulta le dice a un niño o niña pequeño: “no llores, si no pasa nada?”.

            Entiendo la intención pero no la comparto. ¿Cómo te sientes cuando a ti te hacen sentir así o te repiten la misma frase? Sí pasa. Puede tener mayor o menor relevancia para el observador, pero si a mí me afecta o me provoca algo. Hay un motivo importante para mí y hay que saber gestionarlo. Eso también es autocuidado. Permitirse sentir, mirar dentro de unx mismx, reflexionar, y gestionar lo ocurrido para poder evolucionar y sacar un aprendizaje.

            La realidad de cada persona es única. Tenemos relaciones muy distintas con la realidad y no debemos entrar en comparaciones, juicios o “recomendaciones bienintencionadas”. En ocasiones solo necesitamos presencia, reconocer, acompañar y permitir ser. Cada persona se gestionará lo suyo y a nosotros nos podrá parecer mayor o menor problema la situación que cada persona vive, sin ser nosotros responsables del bienestar de otras personas. Debemos encargarnos de nosotrxs mismxs. Para ello debemos hacernos cargo de nuestros “no pasa nada”.

            Sí pasa. Identificar qué nos ocurre, qué sentimos en el cuerpo, qué nos decimos y permitirnos transitar la sensación hasta sanarla. Y si necesitamos ayuda… busquemos un/a profesional. Un amigo o amiga, un café puede ayudarnos a despejarnos y ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva, pero las heridas son nuestras y hay que cuidarlas. A veces no es suficiente una conversación sino que hay que indagar un poco más y cualquiera no está capacitadx para hacerlo.

            Cuando los peques se hacen daño en el Espacio o sienten malestar, intento acompañarles permitiéndoles llorar, intento acercarme y, si lo permiten, acariciar o coger en brazos colocándonos en una postura de cuidado.

Si no lo permiten, me mantengo cerca. Cuando es posible y la criatura siento que está con una energía diferente, verbalizo lo que veo, intento poner palabras a lo que me parece que está sintiendo, y ofrezco la posibilidad de “reparar el daño” desde su sentir y su necesidad.

            Es complicado y no siempre resulta fácil o siento que ayudo, pero mi papel es acompañar, estar presente, escuchar.

            Pensamos en ocasiones de forma errónea que son muy pequeños para gestionar estas situaciones. Si desde este momento no damos valor a lo que sienten, a lo que siente su cuerpo, si no les permitimos que vayan probándose, escuchándose, ¿cómo van a hacerlo de mayores?

            ¡Cuánto tenemos que aprender las personas adultas! A veces reaccionamos minimizando nuestro dolor, dejando que pase el tiempo, abandonándonos o poniendo parches y luego nos preguntamos por qué repetimos patrones de comportamiento, por qué nos afectan reacciones de personas que nada tienen que ver con nosotros, por qué no hemos sido capaces de mostrar nuestro punto de vista o cómo sr asertivos.  

El autoconcepto, la autoestima, el autocuidado, se desarrolla desde pequeños. Escuchar al cuerpo y reaccionar ante esos “no pasa nada” nos ayudará a darnos valor, crear recursos propios y seguir creciendo.

¿Qué harás tú la próxima vez que escuches un: “no pasa nada”? ¿Mirar a otro lado? ¿Dejar que pase el tiempo? ¿O parar e invertir tiempo en eso que está aconteciendo?

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